La teoría macrobiótica está basada en una serie de estrictas reglas que se orientan a tener una vida saludable y longeva. Su creador es el japonés Georges Ohsawa, quien dio a conocer al mundo occidental esta teoría basada en la medicina china y el budismo zen, y que hace énfasis en el equilibrio entre los principios Yin (femenino: frío y oscuro) y Yang (masculino: caliente y luminoso).
Los adeptos a esta filosofía aseguran que el equilibrio entre los principios Yin y Yan evita enfermedades y se consigue a través de una alimentación adecuada -criticada por algunos-, y desde luego tolerancia y un estilo de vida espiritual son fundamentales.
Pero, a todo esto, ¿qué comen, y qué no, las personas que siguen la dieta macrobiótica? Desde luego, si les interesa conocer más o adaptarla a su vida, ni se les ocurra hacerlo más que de la mano de algún especialista en nutrición. Otra cosa: deben estar dispuestos a decirle adiós al mole, al coctel de frutas con miel y a los taquitos de bistec.
Los “no” de la macrobiótica
- Carnes rojas
- Grasas animales
- Lácteos Cereales refinados
- Azúcares
- Jitomates, berenjenas y papas
- Frutas tropicales y sus jugos
- Condimentos y especias picantes
- Alimentos refinados
- Aquellos producidos con abonos químicos, conservadores y colorantes añadidos
- Miel
- Beber mientras se come
Los “sí” de la macrobiótica
- Pescado blanco (un par de veces por semana)
- Mariscos Carne de pollo y de pavo de manera excepcional
- Granos integrales, semillas y frutos secos
- Legumbres
- Soya fermentada, miso y tamari
- Algas
- Té e infusiones (muy importantes, particularmente el verde de tres años)
- Verduras sólo de temporada
- Huevos (uno cada diez días)
- Fruta cocida o seca, en ocasiones fresca y sólo de temporada
- Agua tibia y a sorbos
- Masticar concienzudamente cada bocado